lunes, 8 de septiembre de 2008

El SIgno

¡El SIgno


Es como una manchita, tenés que fijarte bien porque si no, no la ves. Esa manchita es lo que los médicos llaman el signo de la enfermedad, que no es lo mismo que el síntoma. A ver si me puedo explicar, los síntomas son reacciones que se producen en el organismo, como respuesta ante la presencia de un agente extraño. Una roncha es un síntoma, la tos es un síntoma.
El signo en cambio, es otra cosa. Es la expresión misma del patógeno, es el ente del mal que se expresa, que aparece, borroso apenas visible, confuso y muchas veces irreconocible. Hay que ser un experto para darse cuenta que esa manchita indescifrable, es la esencia misma del mal, que se muestra con pudor pero con arrogancia, para perturbar.
Cuando el signo aparece ya no quedan dudas, el mal esta allí y por lo general es demasiado tarde.
Así como un signo oscuro de un mal que retorna se los ve por estos días. ¿ mirá que los corrieron eh? mirá que les dieron con lo que tenían y lo que no tenían también. Por último los pusieron en un camión y se los llevaron.
¡Se acabó!, pensaron los pusilámines de la moral correcta. Se a - ca - bo !!!!
¡Que se va acabar.!
Pasó un tiempo, no mucho, los de los buenos modales respiraban tranquilos.
Es otra cosa, ¿ te das cuenta?, Uno se siente mejor, está todo mas limpio, mas ordenado ya no se ven esas escenas tan desagradables, esos baldazos de miseria, que cada tanto te enchastraban desde los zapatos hasta el cuello, desaparecieron y está bien así.
Pero un día cualquiera les pareció verlos otra vez,
- No, debo estar confundido, ya no están mas, si se los llevaron. Yo mismo ví cuando los cargaron en los camiones.
Me acuerdo esa tarde que andábamos de compras allá por el lado de las Barrancas y estaba todo eso ahí, tan feo, tan desagradable, tan inconveniente para todos. ¡Justo ahí, que es un lugar de paso de muchos turistas, ¿te imaginas, que van a decir?, que vivimos sepultados en medio del mal, enterrados hasta el cuello en esa pestilencia.
Por eso me alegré tanto aquella tarde cuando vino la policía y puso las cosas en su lugar, liberó las calles de esa cosa y nosotros pudimos recuperar las barrancas, los andenes, las estaciones, los trenes.
Y ¿ellos? No sé. los siguen llevando en camiones, tapados, ocultos como debe ser.
Pero que extraño, últimamente veo cosas raras, ya no son aquellos síntomas claros y precisos,
¿ pero esas cosas casi imperceptibles, no son ellos.?
Mira ese que esta sentado ahí, justo frente a nosotros, mira la ropa, mira sus manos.
¿Y los pibes? ¡otra vez los pibes! ¡cuatro tienen! y fijate, todos sucios, mira los mocos y también con el frío que hace y el nene en remera, si ni medias tiene.
La verdad que no se, yo estoy seguro que no debe tener nada que ver, porque yo ví cuando se los llevaron en los camiones, pero cada vez veo mas de esos, en los trenes, los veo con sus cajas, con sus bolsas cerradas, con sus ropas sucias y sus hijos mal alimentados. Te juro que si no fuera porque yo los ví en el camión esta mañana, te diría que son ellos, que volvieron, pero como si fueran la expresión mínima de lo que representan, como pasando inadvertidos, como si fueran el signo de una enfermedad que vuelve, cada vez mas virulenta como la peor de las pestes que atribula la ciudad y ellos arrastran por frente de nuestras narices, incapaces que son de ocultar su miseria que lastima.

Un pequeño homenaje a los compañeros cartoneros que resisten el hambre y la miseria y la discriminación y que siguen apareciendo. Hoy sin sus carros, con sus cajas , sus bolsas, contra la voluntad de aquellos que quieren privarlos de todo hasta del dolor y que lentamente vuelven a llenar los trenes con su papel su cartón y sus metales haciendo uso de su ingenio para seguir naciendo, cada día, aunque los poderosos de turno hayan decretado su muerte colectiva y los hayan condenado a la oscuridad que los desaparece

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